martes, 15 de enero de 2008

Teoría Transexual (II)

[Segunda Sesión: Todos Somos Transexuales]


Tomando como ciertas las proposiciones del construccionismo, doctrina que ha tenido la mayor aceptación (sobretodo tras los planteamientos de la teoría queer), nuestros cuerpos sexuados están entregados a un destino artificial, aquella construcción social que señala las características correspondientes a cada sexo. Ahora bien, el hecho de que la diferencia de los sexos sea una construcción social nos lleva a asumir que no hacemos otra cosa que desarrollar roles en un juego, ya sea el juego de la indiferenciación o el de la diferenciación sexual: si de hecho no existe algo como lo que creíamos que era el sexo biológico, el cual supuestamente determinaba nuestra sexualidad, entonces todos estamos siendo transgresores de ese estereotipo socialmente creado.

La transexualidad de la que habla Baudrillard es, pues, la forma en que los seres humanos hemos superado lo biológico, abriéndonos paso a otras posibilidades, más allá de lo reproductivo y más cercanas a la seducción. Hoy estamos convencidos de que el sexo se fragmenta en multitud de caracteres biológicos, psicológicos, sociales, selección de objeto, apariencia, gestualidad… y si toda identidad sexual, incluso la heterosexualidad, es una elección, entonces todos quebrantamos en cierta medida el ideal sexual que defiende el falocratismo de la heterosexualidad más estereotipada.

Hoy nos hemos percatado de la existencia del dispositivo de la sexualidad, el cual “se plasma en una serie de ejes: histerización del cuerpo de la mujer, pedagogización del sexo del niño, socialización de las conductas procreadoras y psiquiatrización del placer perverso. Tal genealogía nos muestra sin paliativos el origen cultural y normativo de lo que hoy entendemos por sexo. Escapar de esta cuadrícula normativa implica entender la sexualidad como un todo elegible y transformable, y la identidad sexual como una apuesta creativa”.[1]

Hemos estado acostumbrados durante demasiado tiempo a una pretendida naturalización del género, en que los gestos, actitudes y rituales estarían asomando su esencia. Es decir, ahora nos hemos dado cuenta de que las actitudes que considerábamos masculinas o femeninas por provenir (supuestamente) de la determinación biológica que marca el sexo, no son tales. Nuestra adaptación a la norma del género es una actuación magistral que es celebrada socialmente; no es más que una copia carente de original: somos transexuales porque no somos auténticos, porque perseguimos un ideal que no existe; el del hombre y el de la mujer.

Baudrillard toma como ejemplos de esa transexualidad post-moderna a la Cicciolina, a Madonna y a Michael Jackson. Lo transexual se caracteriza por vivir de los signos exagerados del sexo, por su artificialidad: y Madonna es tan artificial que aun parece adolescente cuando casi alcanza los 50 años; la Cicciolina es como una muñeca inflable, más que una mujer es un ideal sexual, y eso es, precisamente, lo que vienen a ser hoy los transexuales. Michael Jackson es una extraña síntesis estética, definitivamente transexual, con juventud eterna, cabello lacio y tez blanca artificiales; muestra fidedigna del reino de las prótesis.

Vivimos tiempos en que las convicciones estético-sexuales han ido desapareciendo, nuestra cultura es una proliferación de signos, sin regla o juicio fundamental del placer: lo sexual es el goce. Pero nuestra primera cirugía como transexuales nos la hacen ya antes de nacer: a través de un ecosonograma se le dice a nuestros padres si seremos niño o niña, detalle que llena a nuestros ansiosos padres con un conjunto de expectativas y suposiciones sobre nuestros gustos, nuestro comportamiento y nuestra sexualidad, como si éstos viniesen determinados por nuestros genitales.

El ecosonograma hizo nuestros cuerpos, fue como la prótesis del transexual: ese aparato tan inofensivo condicionó a nuestros padres, y ellos nos criaron y construyeron en base a sus expectativas: ya nos hicieron «hombre» o «mujer». “En este sentido todos somos transexuales, pues, a mi ver, nuestros deseos, sueños, roles, no son determinados por la naturaleza. Todos nuestros cuerpos son fabricados”.[2] Sólo que el de Michael Jackson fue doblemente fabricado.

La Cicciolina y Madonna tuvieron a los quirófanos como constructores de su transexualidad. Pero nosotros también tuvimos los nuestros: de hecho, estamos sufriendo constantemente nuestras intervenciones quirúrgicas… el proceso nunca para, siempre estamos dentro del quirófano. ¿Eres chica y jugaste a la pelota alguna vez? Eso no es cosa de chicas. Entonces paras de jugar baloncesto y tomas tu muñeca de trapo: linda chica. O quizás a los 7 años entraste a una juguetería y te sorprendieron mirando una casa de muñecas realmente admirable. Vaya, eso no es cosa de chicos: y te compraron una pistola de juguete. Los discursos, las miradas, la violencia física, fueron nuestras más oportunas cirugías.

Y nuestros padres y familiares no están solos en la tarea quirúrgica: ahí están el Estado, con su Parlamento, sus jueces y su Presidente, los maestros con su corrección, los sacerdotes y sus domingos ejemplarizantes, los médicos y psiquiatras, tan exhaustivos… Los policías del género están en todas partes. Pero la realidad nos dice que su labor es siempre inconclusa y difícil: siempre tendremos nuestros Michael Jackson, nuestras Madonnas y nuestras Cicciolinas.

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