martes, 15 de enero de 2008

Teoría Histórica (II)

[Segunda Sesión: El Maricón]


En su libro Una Historia Sociocultural de la Homosexualidad, Xabier Lizarraga hace una revisión breve de la historia occidental, buscando redescubrir las diferentes concepciones en torno a la sexualidad, y describiendo las costumbres y los hechos que dan sustento y explicación a la óptica bajo la cual conocemos a la homosexualidad hoy en día.

El texto comienza en la Grecia Antigua. El autor describe la pobre condición de la mujer en ese entonces y la compara con el pleno disfrute de la sexualidad y de la vida política de que gozaba el hombre adulto y libre. Asimismo, se explaya en los análisis que de las antiguas sociedades griegas se han hecho, llevándonos a la interrogante de si la homosexualidad estaba generalizada en el pueblo, o si era sólo costumbre de maestros y educandos. Toca el tema de la educación militar espartana, que incluía (según los autores citados) la práctica de la pederastia, siendo también bastante común la relación amorosa entre soldados (hetairoi).

Luego pasamos a la época de la Roma Imperial, en que la homosexualidad es vista cada vez con mayor recelo, denominándosele “el vicio griego”; es también una época en que la mujer adquiere mayor presencia en la vida pública. En Roma, la pansexualidad de los emperadores o patricios, sumidos en el derroche de los bacanales, contrastaba con la plena sujeción de esclavos y esclavas. Mientras en Grecia la relación homoerótica era vista como símbolo de virtud y sabiduría, en Roma pasó a ser un instrumento de humillación de los poderosos. Por ello, la homosexualidad “activa” era mucho menos estigmatizada que la “pasiva”, lo que sugiere que el falocentrismo y la idea de la masculinidad como dominación corrían a sus anchas. Sin embargo, Lizarraga parece olvidar la homosexualidad pasiva de numerosos emperadores: Julio César, Nerón, Heliogábalo, etc. De allí vendría entonces, para nosotros los occidentales, la relación automáticamente establecida entre homosexualidad y corrupción. Sólo los nobles que admiraban el ideal griego (por ejemplo, el emperador Adriano) se apartaron de esta concepción de la homosexualidad.

Los judíos comenzaron a rechazar esta homosexualidad, que asociaban con la corrupción romana. Pero, ¿quiénes eran los judíos? Al principio, una tribu más de las tierras semidesérticas del Medio Oriente, que compartía rasgos comunes con las otras que la rodeaban: “prostitución sagrada de hombres y mujeres […], la introducción de los jóvenes a las exaltaciones religioso-sexuales del orgasmo dentro del templo, contactos ceremoniales buco-genitales entre los sacerdotes y los fieles”[1]. El pueblo hebreo, sin embargo, vivió a manos de sus vecinos varios períodos de esclavitud. Después de superar el período de esclavitud que sufrieron a manos de los babilonios, los hebreos intentan fortalecerse en la agricultura y la ganadería, y tales esfuerzos requieren un aumento demográfico marcado y constante. Es tal imperativo el que ahora motiva las normas sociales y las costumbres: la mujer es definitivamente sometida y la homosexualidad reprimida. Siguiendo con la historia de los judíos, el autor señala cómo, ya en tiempos de los romanos, el Nuevo Testamento se hace eco de la represión a la homosexualidad, aunque Jesucristo haya perdonado a la adúltera (María Magdalena) a quien según el Antiguo Testamento debía dársele muerte.

Se supone que los pueblos al norte del Imperio Romano, los considerados bárbaros, también rechazaban y penalizaban la homosexualidad, aunque los autores no se ponen de acuerdo al respecto. Es lógico suponer que, ante la diversidad de pueblos y la amplitud del contexto histórico, las costumbres a tal respecto tuviesen marcadas variaciones.

Con el fin del Imperio Romano y la expansión cristiana, la Iglesia Católica pasó en la Edad Media a constituirse en represora de la sexualidad en general. Y si las relaciones heterosexuales eran toleradas, evidentemente las homosexuales eran reprimidas, en tanto colidían con la aun imperante preocupación demográfica del judeo-cristianismo: la sodomía y el lesbianismo comenzaron a considerarse los pecados por antonomasia. A pesar de esto, la homosexualidad en la Edad Media no decreció: incluso Ricardo Corazón de León o Eduardo II de Inglaterra fueron homosexuales.

La preocupación de la Europa cristiana crecía conforme el Islam ganaba terreno. La cultura árabe venía nutrida de las tradiciones griega, persa y romana, que el cristianismo rechazaba tajantemente, pero que para los árabes constituyeron una fuente de riqueza intelectual sin precedentes. Esta riqueza no les permitió hacer otra cosa que relegar a las mujeres al ostracismo social. Aunque la religión islámica no se distanciaba mucho del fundamentalismo cristiano de entonces respecto al sexo, el Corán no se refiere directamente a la homosexualidad: en tiempos de Mahoma existían en Medina un grupo de varones afeminados llamados «Mukhannathun»; a quienes el Profeta prohibió trabajar en las cámaras de las mujeres musulmanas. Mahoma llegó a deportar a algunos fuera de Medina, mas ello fue por acciones inmorales y contrarias a la religión, no por orientación sexual. “Esta actitud [tolerante] hacia los «Mukhannathun» y otros varones afeminados continuó […] durante aproximadamente seiscientos años después de la muerte del profeta Mahoma”[2]. Así, tenemos que en el Islam medieval era común que, a la manera griega, los señores árabes tuvieran la compañía sentimental de jóvenes, tal como lo testimonian la mayoría de los poemas de la época, incluyendo Las Mil y Una Noches. Tanto es así, que ya los árabes antiguos contemplaban la diferencia entre hombres inclinados hacia otros hombres, hacia las mujeres o hacia ambos, cuando en Occidente aún no nos habíamos hecho tales distinciones.



[1] Xabier Lizarraga Cruchaga, Una Historia Sociocultural de la Homosexualidad, México D.F., Editorial Paidós, 2003, p. 47. El autor que refiere XLC es C. A. Tripp (n.d.). La obra de Tripp, de la cual Lizarraga extrae el dato, se titula La Cuestión Homosexual (1978) n/d


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