martes, 15 de enero de 2008

Teoría de la Religión (III)

[Tercera Sesión: la Conciencia Moral Social]


Así pues, la conciencia moral determinada por las prescripciones paternas y sociales no es en absoluto interior al hombre. Es un "instrumento" destinado a facilitar la vida en familia y en sociedad. La moral no tiene nada de autónoma: forjada por el hombre, es transmitida a sus descendientes.

Para demostrar mejor la originalidad-y la insuficiencia de la explicación freudiana-, es indispensable citar aquí en su totalidad este párrafo de su libro la Moral Sexual Civilizada, escrito en 1908: "De una forma muy general, nuestra civilización está construida sobre la represión de las pulsiones. Cada individuo ha cedido un trozo de su propiedad, de su poder soberano, de las tendencias agresivas y vindicativas de su personalidad; de estas aportaciones proviene la propiedad cultural común en bienes materiales y en bienes espirituales. Fuera de las exigencias de la vida, los sentimientos familiares derivados del erotismo son los que han empujado al individuo aisladamente a esta renuncia. Esta renuncia se hace progresivamente durante el transcurso del desarrollo de la civilización; la religión ha sancionado los progresos separados; la parte de satisfacción de la pulsión a la que se ha renunciado estaba consagrada a la divinidad; el bien común adquirido de esta forma se declaró 'sagrado'. El que, por su constitución inflexible, no pueda tomar parte en esta represión de la pulsión se opone a la sociedad como 'delincuente', como 'outlaw', en la medida en que no puede imponerse a ella como un gran hombre, como 'héroe', por su posición social y sus aptitudes eminentes".

En este pasaje encontramos el pesimismo activo de Freud. Nuestra civilización está construida sobre la represión de las pulsiones, cada individuo se despoja de un poco de sí mismo para contribuir al bien común, la civilización. Por tanto uno no está civilizado si no se ha privado de algo que ha cedido a la obra colectiva.

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